La sola mención del nombre de Judá Ben-Hur evoca fastuosas imágenes de pasajes bíblicos, aventuras, pasiones y grandes espectáculos. Y esto ocurre no sólo con el filme de 1959 (dirigido por William Wyler) basado en la novela de Lew Wallace, sino también con la versión muda de 1926, cuya realización estuvo a cargo de Fred Niblo y que según algunos críticos es, en sus propios términos, tan estimable como la de Wyler. Esto quedó plenamente confirmado el miércoles por la noche durante la proyección de la versión muda de Ben-Hur en la Sala José Revueltas del Centro Cultural Universitario, como inauguración de un ciclo que la Dirección General de Actividades Cinematográficas de la UNAM dedica al actor mexicano Ramón Novarro, una de las caras bonitas más exitosas del Hollywood de aquellos tiempos.

Grata sorpresa el que la sala se haya llenado más allá de su capacidad total con una audiencia fundamentalmente joven. Este lleno a reventar pudo deberse a varios factores: quizá Ramón Novarro tiene entre las nuevas generaciones más fans de los que puedan imaginarse; quizá la reciente visita del Papa (tan rendidora en términos de ventas y mercadotecnia) dejó tras de sí una estela piadosa que impulsa a ver historias bíblicas o, más probable, los universitarios se congregaron numerosamente ante el anuncio de que este rústico Ben-Hur sería proyectado con acompañamiento musical en vivo.

La parte musical de la sesión, que en términos generales resultó interesante y atrapó a los espectadores, estuvo a cargo del grupo Laudes, que propuso una combinación de piano, trompeta y percusiones para acompañar las venturas y desventuras de Judá Ben-Hur, su seudoamigo Mesala y demás personajes de esta épica película. La audición del trabajo de Laudes (detrás del cual hay una buena labor de investigación musical en cuanto a épocas, estilos y modos de expresión) permitió detectar algunos aciertos, como el asumir y trabajar a fondo el concepto del leitmotiv, tan importante en la música de cine como en la ópera y otras músicas narrativas.

Otro acierto: atreverse sin timidez a enfatizar musicalmente los selectos momentos de humor que tiene la cinta, sobre todo en sus primeras secuencias. En general, puede decirse de la música creada por Laudes para Ben-Hur que es, como mucha música que se aplicó al cine mudo en épocas pasadas, ecléctica en sus influencias y hasta cierto punto conservadora en sus referencias. En lo específico, tres datos merecen ser mencionados. En primer lugar, la utilización lógica de ciertas armonías modales que, aunadas a elementos rítmicos de tipo marcial o procesional, ilustraron con propiedad el elemento romano del asunto.

En segundo lugar, la presencia de largos trozos melódicos, fundamentalmente a cargo de la trompeta, de claros contornos mediterráneos y asiáticos, para enfatizar por un lado el elemento regional de tierras bíblicas, y por el otro, el elemento cultural judío. Lo curioso es que estos trozos melódicos propuestos por el trompetista de Laudes guardan una asombrosa semejanza con la música del compositor armenio-estadunidense Alan Hovhaness (1911), quien ha escrito pasajes muy similares, también para la trompeta.

En tercer lugar, la aparición hasta cierto punto sorpresiva pero lógica de un trozo de una pasión barroca, como comentario sobre la muerte de Cristo. Es decir, elementos congruentes con el contenido mismo de la película y también con el oficio de generar música para la pantalla. Los músicos de Laudes lograron además algunos momentos interesantes en la sincronización de sus sonidos con ciertas escenas en que la imagen casi lo exige, por su contenido iconográfico (un cuerno, trompetas romanas, etcétera). En este sentido, faltó quizá un poco más de precisión en la rítmicamente irregular secuencia en que los timbales iban (o debieron haber ido) de la mano con el tambor del hortator de la galera donde Ben-Hur ha sido esclavizado como remero. Más efectivo resultó el tumultuoso acompañamiento para la legendaria escena de la carrera de cuadrigas.

Si bien es cierto que hay sitio para apretar algunas tuercas sonoras aquí y allá (más convicción y aplomo en la trompeta, mayor flexibilidad en la elección tímbrica de las percusiones), el experimento resultó satisfactorio, al grado de que se antoja que proyecciones musicalizadas así ocurran con mayor frecuencia. Será interesante ver hacia dónde progresa el trabajo del grupo Laudes en este ámbito.

Fuente

Publicado en La Jornada. 6 de febrero de 1999, edición impresa y: http://www.jornada.unam.mx/1999/feb99/990206/brennan.html (Actualmente no disponible en la misma dirección)

Tags Prensa